El tabú de la salud mental

– La salud mental en la empresa.

Es una mañana más y María se dirige al hospital en el que trabaja. Es auxiliar administrativo y da citas médicas, desde hace unos años, en el mismo lugar. Citas para pacientes con distintas patologías, algunas graves, de esas que no pueden esperar. Ha atendido a varias personas, y ha tenido un par de rifirrafes con alguna que no entiende cómo puede funcionar tan mal el sistema sanitario. No es nuevo. Se traga muchas veces las frustraciones de mucha gente, algunas justificadas, otras no. Pero ese día algo cambia. En un momento dado siente que se rompe: le falta el aire, el corazón le va a mil y le duele el pecho. Siente náuseas, tiene temblores y sudor frío, se va a desmayar… Pero antes de que ocurra alguien le pone una bolsa en la cara para que respire, para que el aire no se escape. 

Le diagnostican crisis de ansiedad que termina derivando en una depresión.  Se ha quedado sin fuerzas, como si estuviera en un agujero negro del que no puede escapar, en el que solo hay tristeza, vacío, sentimientos de culpa e inutilidad. No puede dormir, ni quiere comer, todo le da igual. 

Tras una larga baja por incapacidad temporal, María solicita un traslado a un centro de salud de Atención Primaria en un barrio de su ciudad. Imagina que la carga de trabajo no será tan brutal y necesita cambiar de aires…

Esto sucedió hace unos años. Durante un tiempo María estuvo relativamente bien. Pero la enfermedad seguía latente y la llegada del Covid acrecentó los riesgos psicosociales asociados a su puesto de trabajo. Durante la tercera ola de la pandemia, María volvió a caer en la depresión.

Los riesgos psicosociales de origen laboral están ahí. La pandemia los ha puesto al descubierto, especialmente en el sector sanitario y sociosanitario (centros de salud, residencias, etc.) pero no son nuevos y se dan en todo tipo de trabajos y en todos los sectores.

Son riesgos asociados a la carga del trabajo, a la mala organización del mismo, a las jornadas interminables, a la exigencia profesional, al ambiente o clima laboral, al poco control sobre el trabajo que se realiza, a la escasa participación en la toma de decisiones, a las tareas poco claras, a los roles discriminatorios, al acoso laboral de todo tipo. Riesgos, como el estrés laboral y el síndrome del trabajador quemado burnout, que implican un agotamiento físico y mental y que, si se prolongan en el tiempo, terminan afectando a la personalidad y la autoestima del trabajador o trabajadora, pero también a la productividad de las empresas y a la economía del país. Riesgos que se potencian con unas condiciones de trabajo precarias e inestables, con salarios que no permiten llegar a fin de mes. 

Señales que nos ponen sobre aviso de que nuestra salud mental peligra

¿Sabías que, según el Ministerio de Sanidad, el coste de la depresión en nuestro país supera los 6.000 millones de euros y que las pérdidas de productividad por bajas laborales y prematuras representan el 67% de esos 6.000 millones de euros? ¿Sabías que esta enfermedad será el principal problema de salud en 2050 y que en España cada año se suicidan 3.500 personas, siendo la segunda causa de muerte en la población entre 15 y 29 años?  

Estos datos se recogen en el Libro Blanco de la depresión y el suicidio 2020, un Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental, editado por la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP),  la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB) y la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM). 

La resolución de este grave problema social debe convertirse en una prioridad, no solo desde el punto de vista de la salud pública, sino también desde el punto de vista de la salud laboral. 

Pero ¿cuáles son las señales que nos advierten de que nuestra salud mental peligra? Hay varias luces rojas: tener trastornos del sueño, tener los niveles de energía muy por debajo de lo normal, sufrir cambios de humor repentino que afectan a las relaciones, dejar de disfrutar de las personas y de situaciones con las que antes sí se disfrutaba e incluso el consumo de drogas y alcohol en exceso, entre otras. 

El trabajo es salud, pero no todo: la precariedad y los riesgos psicosociales matan

Aunque se dice que el trabajo es salud, un mal empleo puede ser un agravante de nuestra salud física y mental. Ana García de la Torre, secretaria de Salud Laboral de UGT, señala que ‘unas malas condiciones de trabajo se traducen en menos seguridad y salud en el trabajo y más probabilidades de que un trabajador sufra riesgos psicosociales’. Recuerda que la principal causa de muerte en el trabajo, siguen siendo los infartos y derrames cerebrales: ‘en 2022 murieron 285 personas durante la jornada laboral, por este motivo, y en enero de 2023 han fallecido ya por infartos y derrames cerebrales, durante la jornada, 26 personas, 11 más respecto a enero de 2022, lo que supone un incremento del 73,3%’. 

Si la seguridad y salud en el trabajo sigue siendo una cuestión de segundo orden para las empresas y las Administraciones, puede decirse que los riesgos psicosociales quedan en la cola de la prevención. Los problemas de salud mental no son atendidos desde la perspectiva de la salud laboral, son los peor gestionados en las empresas, que en muchas ocasiones ni siquiera se evalúan, ni se aplican medidas preventivas para evitarlos. Conviene recordar que la gestión no puede ser un mero formalismo, y que una empresa saludable se define por hechos. Evitar los riesgos psicosociales debe ser uno de los objetivos.

Las mujeres trabajadoras, las más expuestas al estrés 

Las mujeres ocupan trabajos donde se producen más riesgos psicosociales y presentan una mayor prevalencia de problemas de salud mental que los hombres, sobre todo los asociados al estrés laboral. Según datos de la EPA, 12 de cada 1000 trabajadoras identificaron las afecciones mentales como principal trastorno atribuido al trabajo, frente a 9 de cada 1.000 trabajadores.  

Esto se explica por su condición más precaria, su doble labor en el trabajo y en el hogar, asumiendo mayoritariamente las tareas de cuidados e incluso el trato discriminatorio por razón de sexo. En este sentido, las mujeres que trabajan en contacto directo con clientes de la empresa denuncian altos índices de atención sexual no solicitada, comportamientos humillantes, acoso sexual y bullying, mientras que los hombres denuncian altos niveles de violencia física en el trabajo. 

Otro dato curioso es que las mujeres trabajadoras reconocen consumir más hipnosedantes que los hombres, la única excepción en el consumo de drogas legales e ilegales, según la encuesta de edades 2019-2022. Por ello es preciso abordar la salud laboral desde la perspectiva de género, para establecer una gestión en la prevención de riesgos eficaz. 

Las plataformas digitales y el derecho a la desconexión digital, en el punto de mira

La fatiga informática, la hiperconectividad, la desconexión digital, son términos que surgen al albur de la era digital y el uso inadecuado de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs). No tenemos que olvidarnos que las tecnologías deben estar siempre al servicio del bienestar de las personas y no al revés. Por eso, hay que evitar que se conviertan en un Gran Hermano por parte de las empresas para controlar al trabajador/a, o en una vía para disponer de su tiempo mientras esté en periodo de descanso, vacaciones o fuera de su horario laboral. 

El derecho a la desconexión digital debe regularse en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y garantizarse a través de los convenios colectivos, que deben incluir cláusulas que ofrezcan garantías a las personas trabajadoras. 

Otra cuestión vital para preservar la salud mental de las personas, especialmente, las más jóvenes, es educar en el uso adecuado de las tecnologías, promoviendo valores de ética y respeto hacia los demás. Hay que denunciar comportamientos de acoso y bulling digital, cada vez más presentes en nuestra sociedad.

Mención aparte merece el caso de las empresas que se refugian en el anonimato del algoritmo para tratar de desregular el mercado laboral y desbaratar el derecho del trabajo. Plataformas digitales que buscan el beneficio rápido a costa de explotar a sus trabajadores/as, a los que en muchas ocasiones disfrazan de falsos autónomos. Las condiciones de trabajo de estas personas potencian no solo sus riesgos físicos, sino también psicológicos.

¿Qué se puede hacer para garantizar la salud mental de los trabajadores/as?

Hace falta más y mejor regulación, a nivel europeo y nacional, mejorar la actividad preventiva en las empresas, incluyendo los riesgos psicosociales, y poner en el centro del debate la importancia de la salud mental de las personas trabajadoras. Hace falta más inversión.

Por otra parte, hay que incrementar la vigilancia, por parte de la Inspección de Trabajo (que debe contar con más recursos materiales y humanos) y por parte de los representantes de los trabajadores, a través de la negociación colectiva. 

Hay que actualizar el listado de enfermedades profesionales español, para que sean incluidas las patologías derivadas de los riesgos psicosociales y promover la negociación de protocolos contra el acoso, acoso sexual, discriminación o violencia en el entorno laboral. 

Por último, si la empresa no cumple, hay que denunciar ante los representantes de los trabajadores/as y ante la propia Inspección de Trabajo. 

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